Muchas personas piensan que la comunicación para las personas ciegas y sordas es inexistente, o, al menos, muy limitada. Aún así, esto no es cierto, puesto que hay ciertos métodos que perimeten a estas personas conocer todo aquello que les rodea (aunque no como la gente que no padece estas deficiencias) y, además, comunicarse con aquellos que les rodean. Tienen un lenguaje propio que comunican a través de otros sentidos, como el tacto. Para mostrarlo, podemos utilizar el caso de Helen Keller.
Esta chica nacida el 27 de junio de 1880, tuvo como profesora a Anne Sullivan, puesto que perdio el sentido de la vista y el oído por culpa de una fiebre cuando tenía 19 años. Su maestra le enseñó a comunicarse mediante el tacto. Poco a poco, Keller fue desarrollando su capacidad comunicativa gracias a las técnicas que utilizaba su profesora.
Tal como nos explica Ernest Cassirer (en la Antropología filosófica), un día Helen Keller estaba bañándose cuando le preguntó a Sullivan el nombre del agua y ella se lo deletreó. Pocas horas más tarde, al llenar una jarra de agua, preguntó otra vez el nombre del agua y cuando su maestra lo volvió a deletrear, Helen relacionó que esa sensación de agua fría era la misma que había notado anteriormente. A partir de aquel momento, Keller empezó a entender el significado de las palabras. De este modo, nació en ella una forma de relacionar las sensaciones táctiles con las palabras fijas que le enseñaba su profesora.
Tal y como dice el filósofo, Cassirer, Helen Keller tenía "que comprender que cada cosa tiene un nombre, que la función simbólica (...) constituye un principio de aplicabilidad universal que abarca todo el campo del pensamiento humano." La joven americana aprendió "a emplear las palabras (...) como un instrumento enteramente nuevo de pensamiento".
Así pues, tal y como se ha mostrado, las personas no dependen de sus cinco sentidos para poder comunicarse. La capacidad intelectual de Helen Keller, junto a las enseñanzas de Sullivan, le permitieron comunicarse con el resto del mundo como cualquier otra persona. En resumen, "un ser humano no depende en la construcción de su mundo humano de la cualidad de su material sensible".
Esta chica nacida el 27 de junio de 1880, tuvo como profesora a Anne Sullivan, puesto que perdio el sentido de la vista y el oído por culpa de una fiebre cuando tenía 19 años. Su maestra le enseñó a comunicarse mediante el tacto. Poco a poco, Keller fue desarrollando su capacidad comunicativa gracias a las técnicas que utilizaba su profesora.
Tal como nos explica Ernest Cassirer (en la Antropología filosófica), un día Helen Keller estaba bañándose cuando le preguntó a Sullivan el nombre del agua y ella se lo deletreó. Pocas horas más tarde, al llenar una jarra de agua, preguntó otra vez el nombre del agua y cuando su maestra lo volvió a deletrear, Helen relacionó que esa sensación de agua fría era la misma que había notado anteriormente. A partir de aquel momento, Keller empezó a entender el significado de las palabras. De este modo, nació en ella una forma de relacionar las sensaciones táctiles con las palabras fijas que le enseñaba su profesora.
Tal y como dice el filósofo, Cassirer, Helen Keller tenía "que comprender que cada cosa tiene un nombre, que la función simbólica (...) constituye un principio de aplicabilidad universal que abarca todo el campo del pensamiento humano." La joven americana aprendió "a emplear las palabras (...) como un instrumento enteramente nuevo de pensamiento".
Así pues, tal y como se ha mostrado, las personas no dependen de sus cinco sentidos para poder comunicarse. La capacidad intelectual de Helen Keller, junto a las enseñanzas de Sullivan, le permitieron comunicarse con el resto del mundo como cualquier otra persona. En resumen, "un ser humano no depende en la construcción de su mundo humano de la cualidad de su material sensible".
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